Malala volvía del colegio y le pegaron
un tiro en la cabeza del que, milagrosamente, sobrevivió y se recupera en un
hospital de Londres. Lo único que había hecho esta chica para amenazar a los
talibanes paquistaníes responsables del ataque, era defender la educación de las niñas apoyada por su padre. Malala
tenía 12 años cuando comenzó a escribir un blog, dentro de la web de la BBC, donde
explicaba como los talibanes prohibían a las niñas ir al colegio, se convirtió
en una defensora del derecho a la educación para las niñas y contaba cómo había
cambiado su vida a causa del integrismo islámico.
Los talibanes amenazan con volver
a intentar matarla. Hace dos semanas intentaron entrar en el hospital británico
en el que se recuperaba en estado crítico, pero no lo consiguieron. Attaulá Jan de 23 años es el presunto
agresor de Malala, que sigue en paradero desconocido; la hermana de éste ha
pedido perdón a la joven activista avergonzada por el atentado y las críticas
que se han venido sobre su familia. Las
escuelas de Pakistán rezan ahora por Malala convertida en una heroína y
condenan el ataque.
Savita estaba embarazada de 17 semanas
y tras ir al hospital le dijeron, sin lugar a dudas, que el feto era inviable y
que no llegaría a nacer. Sus deseos de abortar chocaron con las católicas y
estrictas leyes del país con respecto a la interrupción de los embarazos y
finalmente murieron los dos. Los médicos solo puede practicar un aborto cuando
el corazón del feto deja de latir, esto sucedió un miércoles y al sábado
siguiente la futura madre murió por una infección que se había extendido a todo
el cuerpo. Praveen Halappanavar, su marido, se preguntaba que por qué le
imponían una ley católica a ella, que es hindú. La Constitución en Irlanda pone
en igualdad a la madre y al feto, y la ley es igual para todos sean de dónde
sean. Los médicos deben indicar que la madre está en peligro de muerte para
permitirle abortar, pero a pesar de que sabían perfectamente que el feto no iba
a sobrevivir, no dieron prioridad a la salud de Savita que ya presentaba
indicios de que ese embarazo estaba poniendo en peligro su vida, según cuenta
su marido.
Cuesta creer que esto, que parece
un caso sacado de algún país subdesarrollado en el que el integrismo y la
ignorancia inspiran las leyes, haya sucedido en Dublín. Pero no es el único
caso, también prohibieron abortar a una niña violada que quería suicidarse y a
una mujer enferma de cáncer, a favor de las que falló el Tribunal de Estrasburgo. A pesar de esas sentencias, la
ley nunca se ha modificado, y ahora la muerte de Savita ha provocado una
indignación a nivel mundial y los políticos ha prometido una reforma de las
leyes. Parece que el primer mundo y el tercer mundo podrían tener más en común
de lo que queremos ver a simple vista.
Quizá Malala nunca escuche el
caso de Savita, pero ambas han sido protagonistas de grandes debates y movilizaciones internacionales. Y servirán
de motivación para la lucha de otras mujeres. Las dos han hecho que se dé otro
paso más en la lucha contra la violencia hacia las mujeres, una violencia que en
algunos países incluso está amparada por leyes retrógradas que no respetan los
derechos humanos. Quizá dentro de unos meses sus casos vuelvan a pasar al
olvido para muchos, como tantos otros... La pregunta es: ¿cuántas mujeres y
niñas más tendrán que morir para que se las empiece a respetar?
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