El martes día 6 de noviembre el Partido Demócrata venció en las reñidas elecciones generales
de Estados Unidos. Obama salió reelegido como Presidente con mayoría en el
Colegio Electoral, con total de 332 votos frente a los 206 de Romney, pero sin
mayoría del voto popular. Algo que ha ocurrido ya en cuatro ocasiones a lo
largo de la historia de las elecciones estadounidenses.
Las
elecciones estadounidenses llevan consigo auténticos espectáculos mediáticos
que tratan de hacer ver a la opinión pública que los candidatos de los partidos
cumplen los requisitos para ser elegidos; entre estos, la imagen juega un
importante papel. Se puede decir que se busca un líder con honestidad, que sea
un hombre excepcional, respetado en el mundo y que ría, pero también sea capaz
de llorar. Todo esto tiene que ser escenificado en televisión, y en los
discursos y actuaciones para el gran público, que tienen lugar en las
Convenciones.
Los
candidatos Mitt Romney y Barack
Obama han estado muy igualados hasta el último momento. Según una encuesta
realizada en junio, Romney ganaba en la percepción popular por valores, liderazgo y honradez. Mientras que
Obama tenía ventaja por simpatía, confianza de la gente y comprensión de problemas
cotidianos.
Pero
las elecciones no tendrían sentido sin los debates y los duelos entre
candidatos, algo que en la Era de la
Comunicación y de la “video-política” es crucial. Los debates les permiten
llegar a una gran cantidad de votantes, con la oportunidad de captar a los
indecisos, de desmoralizar a los que van a votar al oponente, movilizar a los
votantes potenciales y afianzar el voto seguro. Además de proporcionar cercanía
con el público.
Una
de las claves de la campaña de 2012
ha sido los Swing State, que son los Estados en los que
los resultados no son predecibles, dependen de la situación del momento. En
estas elecciones los expertos señalaron que podían englobarse dentro de este
grupo hasta un total de 12 Estados, con 151 votos electorales, es decir, más de
la mitad de los 270 que es necesario alcanzar y Obama fue quién ganó en estos
Estados una buena ventaja frente a Romney.
Entre
los temas que han sido más
considerados por los votantes están: la economía,
tema en el que a pesar del descontento Obama ha mantenido una cierta ventaja;
el empleo, que con un aumento de las
cifras dificultaba la reelección de Obama; el déficit, prioritario para los votantes a favor de Romney, y la sanidad, que mantenía dividida a la
población.
En
el debate que se celebró en Arizona, los candidatos republicanos Romney y
Santorum criticaron duramente a Obama por ser demasiado blando con la
inmigración ilegal; al igual que por su “ataque
a la libertad religiosa y de conciencia”, en referencia a otra de las
polémicas principales de las elecciones: los métodos anticonceptivos o el aborto.
La
población ha votado más en función de los candidatos que de las promesas,
cumplidas o no, y de las políticas de
cada uno. Además, las elecciones han estado caracterizadas por un increíble
bombardeo mediático de las campañas.
El
poder siempre ha estado muy ligado a los medios de comunicación y al control de
la opinión pública. La cultura electoral estadounidense puede considerarse un
referente para el resto de países. Hasta 1960 no se creía en el poder de los
debates electorales, pero el desarrollo de la comunicación ha acabado por
confirmar que son necesarios, incluso si vas ganando. Los debates juegan un
importante papel a la hora de determinar un ganador, la gestualidad e imagen de
los candidatos es fundamental, por ello cada vez se dejan menos elementos al
azar. Se controla todo, desde el tipo de calcetines que lleva el candidato, a
detalles como: no enfrentarse al moderador, no enfadarse nunca, no leer cada
cosa que se va a decir, etc…; e incluso, se
negocia con la cadena cuál es el público que va presenciarlo. Los
debates son auténticos fenómenos sociales en los que resultan de gran
importancia el lema del partido y el discurso del candidato.
HISTORIA ELECTORAL Y ESTRATEGIAS
George Washington, el primer
Presidente de EEUU, fue elegido sin hacer campaña y por unanimidad de votos
electorales en 1789. Lo que sí se tenía presente era el poder de los discursos
y los mensajes clave: “La forma más
eficaz para preservar la paz es estar preparado para la guerra”. En aquella
época, solo votaban los hombres blancos que tuvieran propiedades. Con la
extensión al sufragio universal las campañas evolucionaron y descubrieron el
poder de los medios de comunicación y de la comunicación
de masas.
La
fecha de inicio de las campañas electorales ‘modernas’ podría situarse en 1952,
con Eisenhower vs. Stevenson, con
los que se acuñó el término de ‘marketing político’. La llegada de la
televisión permitió alcanzar una audiencia masiva y se empezaron a hacer los
primeros sondeos, al igual que los spots
cortos que hicieron que las campañas adoptaran un enfoque más comercial,
orientado a satisfacer demandas de la población.
Con Kennedy vs. Nixon (1960) tuvo lugar el primer debate televisivo, en el que se veía a Kennedy con mucha seguridad y buena imagen frente a un Nixon pálido y sudoroso. Sin embargo, quiénes escucharon este debate a través de la radio, sin tener en cuenta la imagen, creyeron que Nixon había sido el vencedor. En esta campaña el discurso de Kennedy fue el que quedó por encima, con su frase: “No os preguntéis qué puede hacer vuestro país por vosotros. Preguntaos qué podéis hacer vosotros por vuestro país”.
En
las elecciones de Johnson vs. Goldwater
(1964), la televisión se sobrecargó con anuncios negativos. Los demócratas
utilizaron el famoso vídeo Daisy Spot
en el que se veía a una niña deshojando una margarita y justo después una
explosión nuclear. Después de la campaña de Nixon (1968) se empezó a confiar en los consultores políticos y se
vio la importancia de crear una buena imagen del candidato, algo fundamental,
en lo que se ha ido mejorando hasta el día de hoy, como se puede ver en el film
sobre Sarah Palin ‘Game Change’ (2012).
Con
Bush (1988) se hizo un gran uso del
‘free media’: numerosas apariciones en los medios a causa de una gran
implicación y participación en eventos de interés público. En 1992 con Clinton vs. Bush se combinaban ya una
multitud de estrategias, desde spots
y entrevistas hasta talk shows. En 2004 con la llegada e implantación de internet las
webs de Bush y Kerry se convirtieron
en uno de los principales lugares para conseguir simpatizantes y recaudar
fondos, con vídeos online mucho más provocativos.
En
las elecciones de Obama vs. McCain
en 2008, fue el primero el que llevó a cabo una revolución en el uso
estratégico de Internet y de las redes sociales, una revolución en las campañas
de comunicación política. En estas elecciones, una de las claves ha sido la
presencia masiva en Internet; las redes sociales han jugado un importante papel
en el que atendiendo a las cifras de suscriptores ha ganado, sin lugar a dudas,
Obama (un 73% en Facebook, un 92% en Twitter, un 90% en YouTube y un 96% en
Flickr, con respecto a Romney), al igual que la movilización del voto
demócrata. A pesar de estos datos, las encuestas pronosticaban que se situaban
prácticamente al mismo nivel.
En
las elecciones de 2004 Obama llegó como la gran esperanza para los americanos,
pero ha perdido a muchos que han quedado decepcionados a lo largo de su
mandato. De ahí el lema escogido, consciente de las debilidades y que trataba
de recuperar o al menos dar un empujón a quienes ya no veían con claridad esa
“gran esperanza”, clamando: “The Best is
Yet To Come” (Lo mejor está por venir).
La
cultura electoral de EEUU es un referente para el resto de países, con un
legado que deja algo más que un largo recorrido en el desarrollo de
“estrategias” o “manipulaciones” políticas. Se trata de una fiesta a nivel
mundial, no hay más que ver cómo se vive en otros países el día de las
elecciones norteamericanas sin importar qué hora sea en los mismos. Y es que,
en cierto sentido, quién vaya a ser el próximo Presidente de Estados Unidos es
algo que nos inquieta y nos afecta a todos. Al igual que para el mundo en
general es revelador el hecho de que las mujeres y las minorías ocupen este año
la mayoría de los escaños en la Cámara de Representantes.
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