miércoles, 19 de diciembre de 2012

La amenaza del petróleo tóxico de Canadá


Las arenas bituminosas de Alberta (Canadá) son casi del tamaño de las de Arabia Saudita pero el triple de dañinas para el medioambiente y para el cambio climático. Estas reservas de petróleo tóxico han permanecido hasta ahora prácticamente sin explotar, por lo controvertido que ello resultaría para el entorno; pero la firma de un nuevo tratado comercial entre China y Canadá podría poner en jaque a las normas ambientales y de salud pública.
Este nuevo tratado comercial (FIPA) firmado con compañías chinas compromete a toda la comunidad internacional. Las reservas de petróleo de Canadá son las terceras más grandes a nivel mundial, después de Arabia Saudita y Venezuela. El problema es que el país no puede sacar partido a sus fuentes de energía debido a que el crudo se encuentra en las llamadas tar sands o arenas de alquitrán, es pesado y viscoso y su extracción resulta muy costosa, a la vez que supondría una amenaza medioambiental.  Por ello la mayoría de la riqueza de los yacimientos de Athabasca, al norte del país, aún no se ha extraído.
Tras tres meses de deliberaciones,  el Primer Ministro canadiense, Stephen Harper, ha aprobado el acuerdo de venta. CNOOC (China National Offshore Oil Corp), una de las tres compañías de petróleo y gas chinas más importantes, anunció la compra de acciones en Nexen por 15.100 millones de dólares y la compra de OPTI Canadá Inc. por 2.100 millones de dólares. Esta última es una de las empresas que produce petróleo proveniente de las arenas bituminosas. Lo que a simple vista parece ser una simple transacción podría ser una táctica para obtener independencia con respecto a algunas normas.
La presión ciudadana ya bloqueó otras veces la construcción de nuevos oleoductos en la zona, pero esta vez el gobierno ha encontrado una brecha con la que podría saltarse las leyes. El acuerdo firmando entre China y Canadá permitiría que las compañías chinas se apropiasen del terreno para explotarlo y en el caso de que el Gobierno canadiense “quisiera” impedirlo atendiendo a las normas medioambientales y de salud, China podría demandarlo. 


PAÍSES
RESERVAS DE CRUDO (Fuente BP)
Arabia Saudí
264 mil millones de barriles
Venezuela
211 mil millones de barriles
Canadá
32 mil millones de barriles (Convencional)
Canadá
143 mil millones en arenas bituminosas
Irán
137 mil millones de barriles
Irak
115 mil millones de barriles
Kuwait
101 mil millones de barriles
EAU
97 mil millones de barriles
Rusia
77 mil millones de barriles
Libia
46 mil millones de barriles
La extracción del crudo es uno de los principales ingresos del país, con unos 175.000 millones de barriles. Para producir un solo barril es necesario extraer una tonelada de arena bituminosa y utilizar tres barriles de  agua para formar uno de crudo. En la explotación de estos yacimientos se requeriría minería a cielo abierto y enormes cantidades de agua, energía y sustancias químicas para separar el crudo de la arena. Según un estudio de la Universidad de Alberta (Canadá) publicado en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences, esto contaminaría gravantemente el agua de los ríos de los alrededores con níquel, mercurio, plomo y zinc, lo que pondría en riesgo no solo la vida acuática. Además, el mismo estudio ha señalado que  un barril de bituminosa genera tres veces más dióxido de carbono que un barril convencional de petróleo.
 Por el contrario, el Programa Regional de Control Acuático de Canadá señala que los niveles de contaminación son producidos de manera natural por las formaciones geológicas de la zona, independientemente de las actividades de explotación de petróleo. Pero la Universidad de Alberta objeta que este estudio presenta muchos defectos y no hace referencias al origen de la contaminación. 
No es la primera vez que el conservador Stephen Harper, conectando con intereses petroleros, toma decisiones que afectan negativamente al cambio climático. Ya en 2011 abandonaron el Protocolo de Kioto y anunciaron su interés en acelerar la explotación de las arenas bituminosas. Joe Oliver, Ministro de Recursos Naturales de Canadá aseguró que no tenían elección: “Pueden elegir apagar las luces y congelarse en la oscuridad. La alternativa es hacer lo que todo el mundo está haciendo, usar la energía disponible”. Parece ser que las energías alternativas no son una opción para el Gobierno canadiense, como tampoco lo es la conservación y salud de su propio territorio. 
En los dos últimos años la tensión entre China y EEUU ha crecido debido a las grandes adquisiciones asiáticas. China consume alrededor de 10 millones de barriles de petróleo al día y se prevé que aumente la demanda para 2020. El acuerdo con Canadá necesita el visto bueno de EEUU y la Unión Europea para “aprobarse” pero a pesar de las negativas y los intentos por impedirlo, por ahora no se han podido imponer las barreras necesarias para frenar los acuerdos. Expertos, activistas medioambientales, ciudadanos y diferentes organizaciones y países se han unido para luchar contra este acuerdo e impedir que se construyan los oleoductos.
Según la organización Avaaz,las emisiones de este sucio petróleo son hasta un 35% mayores que las de la extracción de crudo convencional y el solo proceso de extraerlo contamina tres veces más”.

Mientras que la organización Leadnow señala que “este acuerdo podría allanar el camino para una compra masiva de los recursos naturales y permitir a las empresas extranjeras demandar al gobierno canadiense en tribunales secretos, restringiendo a los canadienses la toma de decisiones democráticas sobre la economía, el medio ambiente y la energía”. Otros treinta grupos medioambientales, denominados Coalición Clima (Greenpeace, WWF, Acción Natura e Intermon Oxfam…), señalan que las arenas de alquitrán se encuentran debajo de más de 140.800 kilómetros cuadrados de bosques y humedales, áreas que pueden ser desforestadas y también contaminadas con aguas residuales tóxicas provenientes de la extracción y el proceso de producción.
Tanto en Estados Unidos como en la Unión Europea existe una creciente oposición a la importación de crudo de arenas bituminosas. Según Anne Korin, asesora del Consejo de la Seguridad Energética de EEUU, “hay que orientar el mercado de autos hacia los combustibles alternativos, por ejemplo los fabricados con alcohol, como están haciendo otros países”. En la electricidad ya se ha conseguido reducir la utilización del petróleo, pero la mayoría del transporte funciona con éste o con derivados. 
La Comisión Europea le otorga al petróleo de estas arenas de alquitrán  un valor de emisiones de gases de efecto invernadero de 107 gramos de carbón en comparación con un valor de 87,5 gramos del el crudo convencional. El intento de establecer nuevas normas para clasificar el petróleo canadiense como más perjudicial para el medioambiente que otros tipos de crudo, fracasó en febrero. Los intereses de algunos países europeos con compañías petroleras, como la anglo-neerlandesa Shell, presionaron para invalidar el proyecto de la Comisión Europea.
Con los propósitos medioambientales para 2020 del Protocolo de Kioto, la Unión Europea obligará a reducir en un 6% la presencia del carbono en combustibles para transporte. Según Charlie Kronick de Greenpeace, estas nuevas normas “equivaldrían a una prohibición de importar crudo de arenas bituminosas para la Unión Europea”.  
Si se acabara logrando un acuerdo internacional sobre el coste de las emisiones de carbono, la extracción del petróleo de las arenas bituminosas podría dejar de ser una inversión rentable ya que, aparte del alto coste de extracción, habría que pagar un precio mayor por consumir o comerciar con ese tipo de crudo. Pero mientras el negocio del petróleo siga siendo tan fructífero parece que poco puede hacerse por el medioambiente, y más si los países que “prometen” protegerlo tienen intereses comerciales con las mismas compañías que lo amenazan. Por el momento, Canadá va a aprovecharse de la oferta y la demanda para poder sacar el mayor partido a sus yacimientos, sin preocuparse demasiado por el coste que ello suponga para su flora, su fauna y más importante aún, para la salud de su propia población. 

jueves, 6 de diciembre de 2012

El gran salto de la ciencia y el marketing



Deporte y ciencia se unen para batir nuevos records contra los elementos del planeta. Esta vez fue el paracaidista austriaco Felix Baumgartner que con 43 años se puso el desafío de superar la velocidad del sonido saltando desde la estratosfera, a más de 36.000 metros del suelo.
Pero el camino para lograrlo no fue fácil. Además de la preparación física y mental se requería la intervención de ciencia y tecnología, para crear instrumentos lo suficientemente resistentes como para soportar la velocidad, las bajísimas temperaturas, el viento y otras circunstancias imprevisibles que pusiesen en riesgo la vida del paracaidista. El equipo de Red-Bull Stratos, patrocinador y organizador de lo que ha sido, no solo un experimento para la ciencia, sino también un espectáculo mediático, se trasladó a Roswell (México) en el mes de julio para ir preparando el gran salto.
El evento sufrió hasta dos retrasos debidos a rachas de viento que amenazaban el éxito del salto de Baumgartner. Eran cerca de las cinco y media de la tarde cuando por fin las condiciones meteorológicas permitieron lazar el globo que portaba la cápsula, en la que iba el paracaidista, y que debía elevarse unas tres horas para alcanzar la altura apropiada. A los 7.600 metros de altura el oxigeno se vuelve insuficiente para respirar, por lo que las características del equipamiento se habían diseñado meticulosamente: la cápsula, el traje, los paracaídas y el globo, aunque este último era lo más estándar.
El globo fue construido con un plástico tremendamente fino, con un diseño estándar que se había ido mejorando para estudios científicos en los últimos sesenta años. Media casi 200 metros sin hinchar, por lo que en el momento de lanzarlo los miembros del equipo tenían que  ser estrictamente cuidadosos con el viento, ya que podría romperlo, y si se hinchaba demasiado, podía explotar. El globo alcanzó la altura de 36.000 metros y siguió subiendo hasta los 39.000 metros para luego descender y despresurizarse poco a poco, mientras Félix se preparaba para el salto. La cápsula tenía 2 metros de diámetro y había sido probada en sistemas de vacío.
Félix tenía que soportar una presión muy baja, inferior a la equivalente a 12.000m., y así evitar que los gases de su cuerpo se expandiesen y sufriese problemas de descompresión. Por ello estuvo respirando oxígeno puro desde dos horas antes del despegue, para eliminar estos gases en la medida de lo posible. A las 20:07h. Félix dio el salto y tras un momento tenso para todos los espectadores y miembros del equipo, consiguió colocarse en la posición adecuada para descender: de cabeza.
El casco y el traje eran los dos elementos más innovadores y los que más atención requerían. El traje estaba presurizado y contaba con suministro de oxígeno, un sistema de control de la presión, auriculares y micrófono, sensores de velocidad y orientación GPS, paracaídas principal y paracaídas de emergencia, altímetro, droga estabilizadora y una cámara HD en cada pierna. Era imprescindible que Félix pudiese mantener el control de su cuerpo, por lo que el traje y el casco se desarrollaron partiendo de los equipamientos que usan los pilotos de aviones de reconocimiento de gran altura, pero con las modificaciones necesarias para que el paracaidista pudiese gozar de la visibilidad y flexibilidad.
Durante el primer minuto, a una velocidad de caída de más de 1.000 kilómetros por hora, el paracaidista perdió el control, pero gracias al entrenamiento fue capaz de volver a la posición. La barrera del sonido está en unos 1.224 kilómetros por hora en condiciones normales a la altura del mar, pero es menor a medida que aumenta la altitud. A la altura a la que descendió Baumgartner, el sonido viajaba a unos 1.100 kilómetros por hora. El austriaco la superó alcanzando los 1.173 kilómetros por hora en los primeros 40 segundos de caída libre.
En el caso de haber perdido el conocimiento, o no haber podido abrir a tiempo el paracaídas, el traje iba preparado hasta en el más mínimo detalle. En total llevaba tres paracaídas, el principal que tenía 25 metros cuadrados, el de reserva por si el primero fallaba, y otro de guía por si en caso de perder el control no podía activar ninguno de los dos. Por fin, tras 5 minutos y 35 segundos de caída, a las 20:19 horas, Félix volvió a pisar tierra.
El salto de Baumgartner ha tenido ciertas significaciones en lo que a ciencia y tecnología se refiere. Se han obtenido nuevos datos sobre la resistencia del cuerpo humano en condiciones límite y sobre la resistencia de las tecnologías. Datos que servirán para aumentar la seguridad en algunos trajes espaciales, aunque no serán aplicables en muchos casos, ya que las misiones de la NASA, por ejemplo, superan en 8 ó 10 veces la distancia a la que saltó el paracaidista. Otra de las observaciones susceptible de analizar y aplicar a otros experimentos o misiones es el comportamiento de Félix, que consiguió evitar el efecto ‘barrena’ que causa la pérdida de consciencia y podría haber dado lugar a una hemorragia cerebral.
Así mismo, el traje ha supuesto un nuevo desafío para la tecnología científica ya que se tuvo que desarrollar con materiales que fuesen capaces de soportar 70ºC bajo cero, una temperatura similar a la de Marte. Y por último y especialmente, el importante hecho de que un hombre haya sido capaz de sobrevivir al atravesar la barrera del sonido, algo que nunca antes se había hecho. Ahora los científicos analizan el momento en el que pasó esta barrera para poder averiguar el momento exacto en el que tuvo lugar la explosión sónica, una onda que Félix asegura que ni siquiera percibió.
Lo que sí que ha conseguido este desafío, al margen de las contribuciones científicas para proyectos futuros, es que Félix Baumgartner pase a la historia batiendo un total de 3 records: el vuelo más alto en globo tripulado, la caída libre desde mayor altura (36.000m. aprox.) y el de alcanzar y superar la velocidad supersónica en caída libre (1.110 Km/hora). Además de ser, sin lugar a dudas, una de las mayores operaciones de marketing de la historia por parte de Red Bull, presenciada y retransmitida en unas 150 cadenas de televisión de todo el mundo.