domingo, 16 de septiembre de 2012

Un drama para todos


La desaparición de los niños de Córdoba se vive en las casas como un serial televisivo de novela policiaca
José Bretón ha sido acusado de dos delitos de asesinato con alevosía con agravante de parentesco, pero hasta este momento no había sido acusado oficialmente del asesinato de sus hijos. Sin embargo, el presunto asesino se mostraba como un monstruo en las portadas de los medios desde mucho antes. Prácticamente cualquier español conoce a día de hoy los nombres de Ruth y José y sus rostros, sus fotografías se han exhibido al máximo en los medios de comunicación desde el momento de su desaparición el pasado año.
Los medios han repetido el tema hasta la saciedad, la mayoría de las veces sin nada nuevo que aportar. José Bretón está en la cárcel desde octubre por simulación de delito. Los últimos acontecimientos (el segundo informe que detallaba que los huesos hallados no eran de animales, sino de niños; el error policial y las últimas pruebas que apuntan a que los pequeños pudieron ser quemados en un horno), no han hecho más que avivar un drama que se ha colocado, como si de una pieza de teatro se tratase, en el centro del escenario mediático.
A la espectacularidad del crimen se ha sumado un tratamiento mediático nada inocente. El conflicto principal que se esconde tras este suceso no es distinto al de otros casos de violencia de género. Expertos psicólogos han señalado que lo peculiar del caso es que en lugar de matar a la mujer como en la mayoría de los delitos de violencia doméstica, Bretón la deja vivir para causarle un mayor sufrimiento tras la desaparición de sus hijos. Las declaraciones y comentarios de las televisiones y la prensa se vuelcan hacia la perversión del criminal, su frialdad  y su personalidad calculadora, posesiva y obsesa; algo que no hace sino ocultar o desviar la atención de la verdadera razón del crimen. El conflicto comienza en el momento en el que la madre decide separarse de su marido, pero el machismo y la relación de poder y pertenencia que Bretón tiene con respecto a su mujer y sus hijos no le permiten aceptar esta decisión. Se trata de un caso de despecho llevado al límite, en el que se sirve de los hijos como arma. En lugar de destacar este aspecto, la información dada parece que nos lleva más a alabar o dar bombo a la “inteligencia” del padre por los métodos que habría utilizado.  
Sin embargo, muy pocas noticias hablan de la vulnerabilidad de los hijos como el elemento principal de la historia, algo que se pone de manifiesto en este caso. Por encima de todo ello, un lenguaje acusador y claramente posicionado es el que utilizan los titulares de las distintas ediciones ‘Bretón y el club de los peores filicidas’ (ABC 29/08/12), ‘La hoguera de la venganza’ (El País 01/09/12), ‘Cerco al monstruo’ (El País 02/09/12), etc. Calificativos como ‘monstruo’ y ‘asesino’ son usados sin demasiado respeto a la presunción de inocencia. Además, desde el día de la desaparición prácticamente puede encontrarse  una o más noticias por día en las que se habla del caso, centrándose en la desesperación de la madre, en el proceso de búsqueda y en la impasibilidad del marido ante los acontecimientos.
El propio nombre del caso, “el caso de Ruth y José”, pone de manifiesto el juego emocional que se lleva a cabo en la prensa, los nombres de los niños tienen prioridad frente a otras denominaciones como “caso de Las Quemadillas” o “caso Bretón”, puesto que es él el acusado. La misma conclusión puede extraerse al observar el bombardeo de fotografías de los menores. En las ediciones digitales sí que se pueden encontrar algunos artículos que centran más la atención en la personalidad del  padre y dan prioridad al machismo, sin convertir este es un hecho aislado, como ‘Bretón, el padre que “cosifica” a sus hijos’ (Diario de Sevilla 10/9/12)  o ‘Comparecencia con un machismo asesino’ (El Periódico.com 04/09/12).
Descripciones detalladas de cómo habría llevado a cabo, supuestamente, el asesinato de sus hijos, con los detalles más innecesarios sobre la hoguera, la posición de los cadáveres  o cómo habría cubierto los cuerpos con sabanas y los habría rociado con gasolina. Algo que en las últimas noticias se especifica como “demostrado empíricamente”, pero que hasta entonces ya era más que una suposición para la mayor parte de la población.
Estamos ante la tragedia de una familia llevada a la pantalla y convertida en negocio como si de una tv-movie se tratase. El caso es que apenas ha habido información novedosa en todo un año en torno al crimen, pero eso no ha sido obstáculo para que el asunto se haya hecho eco de la mayor de las atenciones. Algo que si bien ha servido a la madre para obtener un enorme apoyo, también ha contribuido a llevar la realidad hasta un punto en el que todos señalan con la mano al culpable antes de que se conozca el dictamen del juez. A lo que se añade la última decisión conocida de que un jurado popular sea el encargado de la decisión, un jurado que posiblemente ya había tomado su decisión al mismo ritmo que las portadas de la prensa. Del mismo modo, el caso ha llevado a una especie de inseguridad y rechazo hacia los procedimientos policiales tras  conocer el error que se cometió.  Las palabras asesino, justicia, culpable, impasible, frialdad, etc. han estado muy presentes en las noticias sobre el caso, desde el momento en el que el juez encargó un informe sobre la personalidad de Bretón.
En twitter se reclama cadena perpetua para Bretón (#CadenaPerpetuaParaJoséBretón), una exigencia en la que los medios han jugado un papel decisivo. Muchas cadenas han aumentado su audiencia dedicando programas, tertulias, debates y entrevistas a los niños desaparecidos (La Sexta, Telecinco, Antena 3, TVE) en los que el simple cotilleo se convertía en la actualidad del día. La prensa rosa ha llevado a cabo un juego constante con las emociones en el que se ha llegado hasta el punto de mostrar cierta fascinación por el acusado.  La realidad se ha convertido en una novela policiaca y se ha sabido sacar tajada de ello. Todo el mundo ha sentido en algún momento empatía por la madre y algo de curiosidad por conocer más detalles, los medios han jugado bien con la sensibilidad del público y han despertado un interés que ha ido creciendo en una sociedad que, sin lugar a dudas, podemos llamar ‘la sociedad del espectáculo’. 
La información ha hecho de Bretón un “personaje mediático”, lo que ha servido para alimentar el ego del presunto culpable y magnificar su actuación, mostrando cada vez más curiosidad por su personalidad,  por la frialdad con la que alguien podría ser capaz de matar a sus propios hijos, por el qué puede pasar por la cabeza de alguien que comete esa atrocidad. Una curiosidad que viene del no ser capaces de entender su manera de pensar al contemplar un acto que la mayoría de personas serían incapaces de cometer.  El drama de este caso ha sido el plato principal del verano y en especial del mes de agosto. La finca de Las Quemadillas ahora es un museo. Un museo en el que se colocan altares a los niños, se pegan pancartas y se pintan sus paredes.
Al mismo tiempo, el caso Bretón ha servido para apartar la mirada de la gente de la economía o la política por un tiempo. El tratamiento mediático recuerda al de otros casos como el de las niñas de Alcasser, u otros como el de Madeleine, que llevó a sus padres a la televisión y a ser protagonistas en los medios durante un largo tiempo; o el de Mari Luz, de la que se llegó incluso a hacer una película llamada ‘Días sin luz’ (2009).

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