La desaparición de los
niños de Córdoba se vive en las casas como un serial televisivo de novela
policiaca
José Bretón ha sido acusado de
dos delitos de asesinato con alevosía con agravante de parentesco, pero hasta
este momento no había sido acusado oficialmente del asesinato de sus hijos. Sin
embargo, el presunto asesino se mostraba como un monstruo en las portadas de
los medios desde mucho antes. Prácticamente cualquier español conoce a día de hoy
los nombres de Ruth y José y sus rostros, sus fotografías se han exhibido al
máximo en los medios de comunicación desde el momento de su desaparición el
pasado año.
Los medios han repetido el tema
hasta la saciedad, la mayoría de las veces sin nada nuevo que aportar. José
Bretón está en la cárcel desde octubre por simulación de delito. Los últimos
acontecimientos (el segundo informe que detallaba que los huesos hallados no
eran de animales, sino de niños; el error policial y las últimas pruebas que
apuntan a que los pequeños pudieron ser quemados en un horno), no han hecho más
que avivar un drama que se ha colocado, como si de una pieza de teatro se
tratase, en el centro del escenario mediático.
A la espectacularidad del crimen
se ha sumado un tratamiento mediático nada inocente. El conflicto principal que
se esconde tras este suceso no es distinto al de otros casos de violencia de
género. Expertos psicólogos han señalado que lo peculiar del caso es que en
lugar de matar a la mujer como en la mayoría de los delitos de violencia
doméstica, Bretón la deja vivir para causarle un mayor sufrimiento tras la
desaparición de sus hijos. Las declaraciones y comentarios de las televisiones
y la prensa se vuelcan hacia la perversión del criminal, su frialdad y su personalidad calculadora, posesiva y
obsesa; algo que no hace sino ocultar o desviar la atención de la verdadera
razón del crimen. El conflicto comienza en el momento en el que la madre decide
separarse de su marido, pero el machismo y la relación de poder y pertenencia
que Bretón tiene con respecto a su mujer y sus hijos no le permiten aceptar esta
decisión. Se trata de un caso de despecho llevado al límite, en el que se sirve
de los hijos como arma. En lugar de destacar este aspecto, la información dada
parece que nos lleva más a alabar o dar bombo a la “inteligencia” del padre por
los métodos que habría utilizado.
Sin embargo, muy pocas noticias
hablan de la vulnerabilidad de los hijos como el elemento principal de la
historia, algo que se pone de manifiesto en este caso. Por encima de todo ello,
un lenguaje acusador y claramente posicionado es el que utilizan los titulares
de las distintas ediciones ‘Bretón y el club de los peores filicidas’ (ABC
29/08/12), ‘La hoguera de la venganza’ (El País 01/09/12), ‘Cerco al monstruo’
(El País 02/09/12), etc. Calificativos como ‘monstruo’ y ‘asesino’ son usados
sin demasiado respeto a la presunción de inocencia. Además, desde el día de la
desaparición prácticamente puede encontrarse
una o más noticias por día en las que se habla del caso, centrándose en
la desesperación de la madre, en el proceso de búsqueda y en la impasibilidad
del marido ante los acontecimientos.
El propio nombre del caso, “el
caso de Ruth y José”, pone de manifiesto el juego emocional que se lleva a cabo
en la prensa, los nombres de los niños tienen prioridad frente a otras denominaciones
como “caso de Las Quemadillas” o “caso Bretón”, puesto que es él el acusado. La
misma conclusión puede extraerse al observar el bombardeo de fotografías de los
menores. En las ediciones digitales sí que se pueden encontrar algunos
artículos que centran más la atención en la personalidad del padre y dan prioridad al machismo, sin
convertir este es un hecho aislado, como ‘Bretón, el padre que “cosifica” a sus
hijos’ (Diario de Sevilla 10/9/12) o
‘Comparecencia con un machismo asesino’ (El Periódico.com 04/09/12).
Descripciones detalladas de cómo
habría llevado a cabo, supuestamente, el asesinato de sus hijos, con los
detalles más innecesarios sobre la hoguera, la posición de los cadáveres o cómo habría cubierto los cuerpos con sabanas
y los habría rociado con gasolina. Algo que en las últimas noticias se
especifica como “demostrado empíricamente”, pero que hasta entonces ya era más
que una suposición para la mayor parte de la población.
Estamos ante la tragedia de una
familia llevada a la pantalla y convertida en negocio como si de una tv-movie se tratase. El caso es que
apenas ha habido información novedosa en todo un año en torno al crimen, pero
eso no ha sido obstáculo para que el asunto se haya hecho eco de la mayor de
las atenciones. Algo que si bien ha servido a la madre para obtener un enorme
apoyo, también ha contribuido a llevar la realidad hasta un punto en el que
todos señalan con la mano al culpable antes de que se conozca el dictamen del
juez. A lo que se añade la última decisión conocida de que un jurado popular
sea el encargado de la decisión, un jurado que posiblemente ya había tomado su
decisión al mismo ritmo que las portadas de la prensa. Del mismo modo, el caso
ha llevado a una especie de inseguridad y rechazo hacia los procedimientos
policiales tras conocer el error que se
cometió. Las palabras asesino, justicia,
culpable, impasible, frialdad, etc. han estado muy presentes en las noticias
sobre el caso, desde el momento en el que el juez encargó un informe sobre la
personalidad de Bretón.
En twitter se reclama cadena
perpetua para Bretón (#CadenaPerpetuaParaJoséBretón), una exigencia en la que los
medios han jugado un papel decisivo. Muchas cadenas han aumentado su audiencia
dedicando programas, tertulias, debates y entrevistas a los niños desaparecidos
(La Sexta, Telecinco, Antena 3, TVE) en los que el simple cotilleo se convertía
en la actualidad del día. La prensa rosa ha llevado a cabo un juego constante
con las emociones en el que se ha llegado hasta el punto de mostrar cierta fascinación
por el acusado. La realidad se ha
convertido en una novela policiaca y se ha sabido sacar tajada de ello. Todo el
mundo ha sentido en algún momento empatía por la madre y algo de curiosidad por
conocer más detalles, los medios han jugado bien con la sensibilidad del
público y han despertado un interés que ha ido creciendo en una sociedad que,
sin lugar a dudas, podemos llamar ‘la sociedad del espectáculo’.
La información ha hecho de Bretón
un “personaje mediático”, lo que ha servido para alimentar el ego del presunto
culpable y magnificar su actuación, mostrando cada vez más curiosidad por su
personalidad, por la frialdad con la que
alguien podría ser capaz de matar a sus propios hijos, por el qué puede pasar
por la cabeza de alguien que comete esa atrocidad. Una curiosidad que viene del
no ser capaces de entender su manera de pensar al contemplar un acto que la
mayoría de personas serían incapaces de cometer. El drama de este caso ha sido el plato
principal del verano y en especial del mes de agosto. La finca de Las
Quemadillas ahora es un museo. Un museo en el que se colocan altares a los
niños, se pegan pancartas y se pintan sus paredes.
Al mismo tiempo, el caso
Bretón ha servido para apartar la mirada de la gente de la economía o la
política por un tiempo. El tratamiento mediático recuerda al de otros casos
como el de las niñas de Alcasser, u otros como el de Madeleine, que llevó a sus
padres a la televisión y a ser protagonistas en los medios durante un largo
tiempo; o el de Mari Luz, de la que se llegó incluso a hacer una película
llamada ‘Días sin luz’ (2009).
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