miércoles, 7 de marzo de 2012

Los dibujos animados infantiles y educativos


Pocoyó, aprende riendo

¿Qué son los dibujos animados infantiles y educativos?

Lo primero a entender al hablar de dibujos animados infantiles es que un film no es infantil por el mero hecho de ser de dibujos animados. Esto es algo que no se tiene totalmente claro al programar los contenidos de las televisiones o, al menos, no se respeta como debería. Los dibujos animados se remontan a los cuentos de hadas; Walt Disney fue el primero en comprender la importancia de éstos como nuevo medio de expresión. Las historias de Disney, blancas y moralizantes, han “educado” a generaciones.
En la era de la televisión, el público infantil se ha convertido en uno de los principales consumidores y las empresas productoras han sabido aprovecharse de ello. Pero, no todas las iniciativas tienen en cuenta la influencia que puede causar la televisión en la creación de un imaginario infantil o en la transmisión de unos valores. Cada vez son más los psicólogos que señalan que los films de dibujos animados producen en los niños impactos que pueden tener signo positivo o negativo. Por ello, es necesaria una programación infantil educativa. En el inicio de los dibujos animados ya se señalaba el enorme potencial educativo que tendrían si se utilizaban bien. Tomás G. Larraga indicaba en su libro: “sin duda, para los educadores futuros, el dibujo animado será el instrumento más dócil, más flexible, más estimulante de la enseñanza. Bastará con servirse de él.
En los años sesenta, en Estados Unidos, comenzaron a considerar a los niños clientes activos de la televisión. Se estima que un niño mira entre 3 y 4 horas diarias la televisión, que ha pasado a considerarse un agente socializador junto a la familia y la escuela. Actualmente, no se entiende la idea de una infancia sin televisión. Sus funciones son claras: el entretenimiento, la información y la formación.
Los dibujos animados han encontrado su principal espectador en las generaciones de los más pequeños, pero ello no implica que estén pensados para ellos y sean tan inocentes como pudiera parecer en un primer momento. Cuando alguien ve la tele su mente realiza varias cosas a la vez: comprende, interpreta, evalúa, asocia y critica. En el público infantil la actitud crítica aún no se ha desarrollado del todo, está en estado primario, por lo que es muy importante lo que “absorben” los niños en los primeros años de vida.
Mohrhof, especialista alemán en films de juventud, señala la importancia de los personajes humanizados y la calidad estética, puesto que el niño prefiere lo bello a lo anti-natural, que acaba resultando antipedagógico. El conocimiento del idioma y el diálogo es algo que también debe fomentarse y cuidarse de manera especial; así como presentar el film con situaciones o problemas que los niños estén en condiciones de abarcar. El niño no juzga como “historias” lo que ha visto, sino que lo incorpora a lo que “puede suceder” o “está sucediendo”.
El hecho de que un niño se crea fácilmente lo que ve en la televisión puede suponer un peligro en su desarrollo y en su educación. Es por ello que en los últimos años se ha prestado gran atención a establecer unas franjas de programación infantil más amplias y cuidadas y a la calificación de películas por edades.
Muchos niños se sienten atraídos por los productos para adultos por la curiosidad que les causa lo desconocido o lo que, sencillamente, no es para ellos (Los Simpson, South Park, ShinChan...). A veces esta estrategia se emplea para calificar el producto como un contenido “para toda la familia”, algo que queda bastante lejos de la realidad.
La definición del subgénero educativo es aquel que se justifica más por el objetivo que pretende lograr, que es la formación y transmisión de valores y conocimientos, algo que ha quedado  olvidado en la mayor parte de la programación. Los dibujos animados infantiles y educativos son aquellos que se valen del entretenimiento para introducir mensajes y actividades de valor pedagógico. El más claro ejemplo de este modelo es Barrio Sésamo (1979-2000) emitido en Televisión Española, con sus famosos personajes Epi y Blas, de los que se hicieron muñecos de peluche, juegos, puzles y se les escribieron nuevas aventuras.
La evolución tecnológica a la tercera dimensión y la creación de la sensación de profundidad ha permitido crear nuevos productos de animación. Pocoyó es uno de los ejemplos más actuales de éxito entre el público infantil (de 1 a 4 años, con un público secundario de hasta 5 ó 6 años) y de alta calidad y nivel educativo. La serie de animación se distribuye en más de cien países, y los foros de madres y padres sirven para aumentar su popularidad. Es una producción de Zinkia Entertaiment y Granada Producction  que se inició en el año 2005 en Reino Unido y ha evolucionado considerablemente. En octubre de 2006 comenzó a emitirse en España, en los canales TV2 y Boomerang.

Un buen ejemplo: POCOYÓ (Dirigido por Guillermo García & David Cantolla)

¿Por qué a los niños les gusta Pocoyó? La respuesta a esta pregunta es simple: porque es un niño para niños, que vive en un mundo de niños. Los adultos no existen o, al menos, no tienen presencia física en la pantalla. Y la clave de su mundo es la diversión, a través de la cual aprende: ‘aprender riendo’. El nombre de la serie y del personaje vino de la pronunciación de un niño al rezar: "Jesusito de mi vida, eres niño “pocoyo”...".
Uno de los elementos más importantes de este tipo de contenidos es la diferenciación entre bien y mal. Cada capítulo, de siete minutos de duración, presenta un problema que surge y la mejor solución que se le puede dar, logrando transmitir al final un mensaje positivo a través de valores como la alegría, el esfuerzo y la amistad. La presentación estética y artística sirve para estimular los sentidos de los niños a base de colores llamativos y música, además de la duración corta para que el niño no se pierda en la historia y la narración sencilla.
Pocoyó pretende lograr que los niños no se sientan ‘tontos’, para lo cual, en lugar de dar lecciones, trata de enseñar a que los niños aprendan solos, usando la interactividad con el espectador. Estimula el mundo de la fantasía para fomentar la imaginación,  al mismo tiempo que crea un sentimiento de diversión. Presenta conceptos didácticos de manera simple y ordenada, por ejemplo, los números, los colores, el espacio, etc., rodeados de valores humanos fundamentales. El mundo de Pocoyó representa un ideal, el tipo de mundo que madres, padres y cuidadores quieren para sus hijos.

Los personajes:
Pocoyó es un niño como cualquier otro niño de su edad, con las mismas características y comportamientos; tiene curiosidad, es travieso, inquieto, etc. En su vida, la de un niño pequeño, todo es jugar, y de cada juego va aprendiendo y descubriendo cosas nuevas. Todo lo que hay en su vida es emocionante y nuevo para, como indica el lema, “aprender riendo”. Este hecho es un elemento clave para la identificación del público infantil con el personaje, y para conseguir que se “enganchen” a la serie. Los amigos de Pocoyó son todos animales (un elefante, un pato, un pájaro, un perrito, un pulpo), y como animales, no hablan pero saben expresar sus pensamientos y/o sentimientos al espectador. En compañía de estos personajes, cada uno con personalidades complementarias, se van generando las historias dentro de un mundo exclusivo al que deberá ir adaptándose, mientras va adquiriendo capacidades.
Pato es el mejor amigo de Pocoyó; es asustadizo, tímido y cauteloso por naturaleza, con unos enormes ojos que se dislocan dependiendo de la situación para transmitir todo tipo de sensaciones. Siempre sopesa todas las situaciones, a diferencia de Pocoyó. Elly es la elefanta rosa, siempre acompañada por una mochila azul con objetos que les ayudan a salir de algunas situaciones. Se presenta como la mayor del grupo de amigos, tanto en tamaño como en edad, es ágil y toma las decisiones de importancia. Hace ballet y lleva, a veces, un patinete rosa. Este personaje representa una figura maternal y femenina para Pocoyó, ya que con su fuerza y gran tamaño lo ayuda a salir de situaciones complicadas.
Loula es una cachorrita de perro de orejas moradas y, como tal, siempre quiere jugar y saltar alrededor de todos. Es muy sensible y siempre trata de animar a Pocoyó cuando se encuentra triste. Otros personajes son Pajaroto, que es un dormilón y participa en algunos de los juegos gracias a que Pocoyó lo despierta; Pajarito, que a diferencia del anterior es despierto e inquieto; Pulpo, un pulpo rojo que suele salir del mar para jugar con todos, impredecible y muy alocado, con un lenguaje que solo entiende Pocoyó.

Temática y valores:
La forma de los dibujos animados es adecuada para los niños por la simplicidad, el colorido y la música. Pero, el hecho de que los dibujos sean infantiles, o no, está determinado por la temática. Los dibujos animados de Pocoyó empiezan siempre con el personaje jugando, hasta que de repente ve un objeto y empieza a examinarlo. La exploración y el juego con el nuevo objeto le llevarán a una situación “de aprieto” que necesitará resolverse, a lo que le ayudarán sus amigos. Estos dibujos hacen exactamente lo que deben hacer los géneros de animación infantiles y educativos, reflejan a un niño que juega, tiene amigos, vive con sus padres, pasea, va al colegio, etc., tal y como es el público objetivo al que se dirige.
La sociabilidad es un valor fundamental que pretende transmitir la importancia de compartir, de respetar a los amigos, ayudarles, y temas más específicos como, por ejemplo, la hora de irse a dormir, el lado negativo de las peleas, el hecho de no poder hacer siempre lo que hacen otros, etc. Todo ello dentro de la dualidad y simplicidad del bien y mal.  A su vez, la temática está considerada en relación a la edad, o grupos de edades aproximadas; en función de los temas, un margen de tres años supone distintas formas de recepción. En todo caso, deberá estar siempre dentro del cuadro de los intereses de los niños/as.
La extensión y la totalidad del film también influye en la comprensión y adecuación al subgénero educativo, los episodios deben estar completos, deben estar presentes los mismos personajes, para que se produzca la familiarización, y ser cortos, para que nadie se pierda en la historia.
Pocoyó es un contenido educativo pero incluye elementos de fantasía, puesto que no son incompatibles; al contrario, la fantasía fomenta la imaginación y abre la mente. Por ejemplo, en uno de los capítulos la elefanta Elly puede dar saltos hasta el espacio, y las puertas se abren llevando a los personajes a toda clase de lugares, bajo el mar, a una isla, a la copa de un árbol, etc.

Existen muchos ejemplos negativos de dibujos animados mal considerados infantiles, por ejemplo, las animaciones japonesas que siempre han destacado por contenidos violentos, sexuales, etc., nada adecuado para niños, pero que al ser de dibujos, se emite en horario de protección infantil. Uno de los ejemplos es ShinChan, un niño para adultos, que no se comporta como debe hacerlo un niño.  El hecho de que la temática refleje más el mundo del adulto que el del niño satura el film de defectos sociales, por ejemplo, la obsesión que tiene este personaje con el sexo, las mujeres, los insultos y el trato hacia su madre, o la manía de bajarse los pantalones en cualquier parte y no respetar a nadie. La verdad, es que este niño ha hecho que el público infantil lo imite en muchas ocasiones en conductas que no deberían fomentarse, ni presentarse como una diversión.
Es necesario que las animaciones infantiles se centren hacia lo que el niño encontrará en su futuro pero, siempre y cuando, las situaciones estén adaptadas a él, sin impacto negativo. Es decir, promover las virtudes sociales que por su edad le son propias, incluso a través de las fantasías.

Colores, decorado y música:
Las características estéticas también son importantes para el público infantil. En Pocoyó se presentan piezas cortas, en las que situaciones muy concretas se desarrollan en un mundo de gestos, colores, formas y música, con lenguaje visual impactante. La forma en la que el dibujo está desarrollado ayuda a captar la atención del público y a cumplir con el objetivo final.  El mundo de Pocoyó y sus amigos se presenta con una textura y aspecto suave en tres dimensiones, que lo convierte en algo cercano y alegre.
El color tiene una gran influencia psicológica en los más pequeños en la determinación de bueno o malo. Predominan los colores claros, sobre el fondo blanco que hace que todo destaque y sea más fácil de apreciar, para evitar las distracciones. Si Pocoyó necesita un juguete, éste aparecerá en “su mundo”, si mira al cielo aparecerán las nubes, y si tiene una llave aparecerán las cerraduras en cualquier parte de ese espacio creado. La música complementa y tiene también gran fuerza psicológica para las emociones y  la comprensión. Es pegadiza y alegre, hace que uno se levante y baile, y se adecúa al uso estudiado de la narración para aclarar y transmitir significados. En definitiva, contribuye a lo que los psicólogos llaman ‘educación del sentimiento’.

El narrador:
El narrador tiene el papel de padre o cuidador en la vida de Pocoyó y se convierte en un amigo para la audiencia (Stephen Fry es el narrador en la versión inglesa, mientras que José María del Río es el de la española). Su voz y “presencia” funciona como figura mediadora y de autoridad, al mismo tiempo que puede propiciar la identificación para los niños con sus propias figuras paternas o maternas.
El narrador hace las preguntas y espera que los niños desde sus casas delante de la pantalla den la respuesta, animados por las voces que representan a otros niños que responden, Así, se les anima a participan por el simple método de la imitación. Este es uno de los atractivos más importantes de la serie, la interactividad, el elemento que mayor importancia juega a la hora de transmitir valores universales y educar. Con la interactividad se propicia una retroalimentación. El tono interrogativo y el espacio que se deja para que los niños den sus respuestas permiten, no solo que reflexionen acerca de cuál es la solución a los problemas o de Pocoyó sino que, además, los niños interiorizan esa información para poder aplicarla después a su propia vida.
La interactividad:
Solo escuchamos las voces de Pocoyó, las del narrador y las voces de fuera de campo de los niños al responder a las preguntas, simulando que son los propios espectadores. Utiliza estas voces de “niños espectadores” para llamar la atención de los personajes en el momento justo de una disputa, una desobediencia o alguna otra lección que transmitir como, por ejemplo, para que dejen de pelearse o para pedir a Pocoyó que se marche a dormir. Otro ejemplo de animación similar es la latinoamericana Dora, la exploradora, que presenta a una niña de unos 5 años de edad que vive aventuras y se desenvuelve en el campo, gracias a su mochila y a la ayuda de sus amigos y del público que responde a las preguntas del narrador. 
La interactividad  y las nuevas tecnologías han permitido la creación de otros espacios para fans, y Zinkia utiliza todas las ventajas y la popularidad de Pocoyó para crear el ‘universo Pocoyó’, con juegos que mantienen y promueven los mismos valores. El éxito que alcanzan los personajes animados entre los más pequeños viene de muy atrás. Con Disney los dibujos animados saltaron a las páginas de prensa, como Mickey Mouse con su propia revista, Dumbo, las princesas, etc. El merchandising de Pocoyó es enorme, desde muñecos de peluche, hasta un mundo virtual en el que se pueden crear avatares similares a Pocoyó y personalizarlos, juegos para videoconsolas, incluso una aplicación llamada pocoyizate.


 Los niños a los que se dirigen los dibujos animados tienen poca capacidad de discernir la escala de valores, no mantienen la misma actitud crítica ante el televisor que un adulto, no saben que lo que observan es un producto, ni que ellos mismos son consumidores. Por ello, la producción de estos contenidos debe ser positiva y no deformativa. De ahí deriva la importancia de este género como instrumento dócil y flexible para la enseñanza.
En un seminario del Centro de Formación de Televisión Española, celebrado en diciembre de 1964, ya se adelantaron los peligros que encerraba la televisión (mal usada) para la infancia. Entonces, temían que se implantaran concepciones y esquemas mentales norteamericanos y latinos a través de las animaciones, ya que estos países eran los principales productores. Sin embargo, ello ya no supone un problema ya que actualmente se ha logrado abrir el camino a las producciones españolas y europeas.  Aunque aquí no se acaban los problemas.
La televisión, esencialmente económica, presta poca atención al sentido formativo y educativo que podría dársele al medio, pues para hacer un programa de calidad se necesita más dinero y se obtienen menos beneficios. La 2 es una de las cadenas que emiten la serie Pocoyó y otros contenidos más especializados, pero ahora se encuentra en un momento de encrucijada y redefinición; la titularidad pública y los recortes en los presupuestos amenazan la existencia de muchos programas. Este hecho no supondría un problema si hubiese más cadenas que emitieran este tipo de contenidos para la infancia.
Pocoyó está valorado por la mayoría de padres y madres como el mejor contenido para los más pequeños, de ahí la cantidad de premios que ha recibido a nivel internacional. Esto es así gracias a que en su elaboración están presentes psicólogos de diferentes especialidades relacionadas con el aprendizaje, que revisan cada mínimo detalle. El niño posee una mentalidad “sui generis” que precisa de un lenguaje propio y no prestado del mundo de estereotipos, prejuicios y sentido peyorativo de los adultos. Es decir, los problemas no deben ser más intensos que la capacidad que tiene el niño, en relación con su edad y ambiente, para resolverlos. Además, la presentación de lo educativo como recreativo hace que el aprendizaje y la interiorización del mensaje sean más efectivos.
Pocoyó anima a los niños a hacer lo mismo en su propio mundo, de manera simple y visualmente moderna, con melodías pegadizas, que llegan incluso a atraer y hacer reír a generaciones más adultas. Un género que debería potenciarse, aunque lo fundamental sigue siendo que los padres y madres sean conscientes de qué tipo de programas ven sus hijos en televisión, para poder alejarlos de los que no son adecuados y, así, contribuir a la redefinición positiva de la programación infantil.