Pocoyó, aprende riendo
¿Qué son los dibujos
animados infantiles y educativos?
Lo primero a
entender al hablar de dibujos animados infantiles es que un film no es infantil
por el mero hecho de ser de dibujos animados. Esto es algo que no se tiene
totalmente claro al programar los contenidos de las televisiones o, al menos,
no se respeta como debería. Los dibujos animados se remontan a los cuentos de
hadas; Walt Disney fue el primero en comprender la importancia de éstos como
nuevo medio de expresión. Las historias de Disney, blancas y moralizantes, han “educado”
a generaciones.
En la era de
la televisión, el público infantil se ha convertido en uno de los principales consumidores
y las empresas productoras han sabido aprovecharse de ello. Pero, no todas las
iniciativas tienen en cuenta la influencia que puede causar la televisión en la
creación de un imaginario infantil o en la transmisión de unos valores. Cada
vez son más los psicólogos que señalan que los films de dibujos animados
producen en los niños impactos que pueden tener signo positivo o negativo. Por
ello, es necesaria una programación infantil educativa. En el inicio de los
dibujos animados ya se señalaba el enorme potencial educativo que tendrían si
se utilizaban bien. Tomás G. Larraga indicaba en su libro: “sin duda, para los educadores futuros, el
dibujo animado será el instrumento más dócil, más flexible, más estimulante de
la enseñanza. Bastará con servirse de él.”
En los años
sesenta, en Estados Unidos, comenzaron a considerar a los niños clientes
activos de la televisión. Se estima que un niño mira entre 3 y 4 horas diarias
la televisión, que ha pasado a considerarse un agente socializador junto a la
familia y la escuela. Actualmente, no se entiende la idea de una infancia sin
televisión. Sus funciones son claras: el entretenimiento, la información y la
formación.
Los dibujos
animados han encontrado su principal espectador en las generaciones de los más
pequeños, pero ello no implica que estén pensados para ellos y sean tan
inocentes como pudiera parecer en un primer momento. Cuando alguien ve la tele
su mente realiza varias cosas a la vez: comprende, interpreta, evalúa, asocia y
critica. En el público infantil la actitud crítica aún no se ha desarrollado
del todo, está en estado primario, por lo que es muy importante lo que “absorben”
los niños en los primeros años de vida.
Mohrhof,
especialista alemán en films de juventud, señala la importancia de los
personajes humanizados y la calidad estética, puesto que el niño prefiere lo
bello a lo anti-natural, que acaba resultando antipedagógico. El conocimiento
del idioma y el diálogo es algo que también debe fomentarse y cuidarse de
manera especial; así como presentar el film con situaciones o problemas que los
niños estén en condiciones de abarcar. El niño no juzga como “historias” lo que
ha visto, sino que lo incorpora a lo que “puede suceder” o “está sucediendo”.
El hecho de
que un niño se crea fácilmente lo que ve en la televisión puede suponer un
peligro en su desarrollo y en su educación. Es por ello que en los últimos años
se ha prestado gran atención a establecer unas franjas de programación infantil
más amplias y cuidadas y a la calificación de películas por edades.
Muchos niños
se sienten atraídos por los productos para adultos por la curiosidad que les
causa lo desconocido o lo que, sencillamente, no es para ellos (Los Simpson, South Park, ShinChan...). A veces esta estrategia se
emplea para calificar el producto como un contenido “para toda la familia”, algo
que queda bastante lejos de la realidad.
La definición
del subgénero educativo es aquel que se justifica más por el objetivo que
pretende lograr, que es la formación y transmisión de valores y conocimientos,
algo que ha quedado olvidado en la mayor
parte de la programación. Los dibujos animados infantiles y educativos son
aquellos que se valen del entretenimiento para introducir mensajes y
actividades de valor pedagógico. El más claro ejemplo de este modelo es Barrio Sésamo (1979-2000) emitido en
Televisión Española, con sus famosos personajes Epi y Blas, de los que se
hicieron muñecos de peluche, juegos, puzles y se les escribieron nuevas
aventuras.
La evolución tecnológica
a la tercera dimensión y la creación de la sensación de profundidad ha
permitido crear nuevos productos de animación. Pocoyó es uno de los ejemplos más actuales de éxito entre el
público infantil (de 1 a 4 años, con un público secundario de hasta 5 ó 6 años)
y de alta calidad y nivel educativo. La serie de animación se distribuye en más
de cien países, y los foros de madres y padres sirven para aumentar su
popularidad. Es una producción de Zinkia Entertaiment y Granada
Producction que se inició en el año 2005
en Reino Unido y ha evolucionado considerablemente. En octubre de 2006 comenzó
a emitirse en España, en los canales TV2 y Boomerang.
Un buen ejemplo: POCOYÓ (Dirigido por Guillermo García & David Cantolla)
Uno de los
elementos más importantes de este tipo de contenidos es la diferenciación entre
bien y mal. Cada capítulo, de siete minutos de duración, presenta un problema
que surge y la mejor solución que se le puede dar, logrando transmitir al final
un mensaje positivo a través de valores como la alegría, el esfuerzo y la
amistad. La presentación estética y artística sirve para estimular los sentidos
de los niños a base de colores llamativos y música, además de la duración corta
para que el niño no se pierda en la historia y la narración sencilla.
Pocoyó pretende lograr que los niños no
se sientan ‘tontos’, para lo cual, en lugar de dar lecciones, trata de enseñar
a que los niños aprendan solos, usando la interactividad con el espectador. Estimula
el mundo de la fantasía para fomentar la imaginación, al mismo tiempo que crea un sentimiento de
diversión. Presenta conceptos didácticos de manera simple y ordenada, por
ejemplo, los números, los colores, el espacio, etc., rodeados de valores
humanos fundamentales. El mundo de Pocoyó
representa un ideal, el tipo de mundo que madres, padres y cuidadores
quieren para sus hijos.
Los personajes:
Pocoyó
es un niño como cualquier otro niño de su edad, con las mismas características
y comportamientos; tiene curiosidad, es travieso, inquieto, etc. En su vida, la
de un niño pequeño, todo es jugar, y de cada juego va aprendiendo y descubriendo
cosas nuevas. Todo lo que hay en su vida es emocionante y nuevo para, como
indica el lema, “aprender riendo”. Este hecho es un elemento clave para la
identificación del público infantil con el personaje, y para conseguir que se
“enganchen” a la serie. Los amigos de Pocoyó son todos animales (un elefante,
un pato, un pájaro, un perrito, un pulpo), y como animales, no hablan pero
saben expresar sus pensamientos y/o sentimientos al espectador. En compañía de
estos personajes, cada uno con personalidades complementarias, se van generando
las historias dentro de un mundo exclusivo al que deberá ir adaptándose,
mientras va adquiriendo capacidades.
Pato es
el mejor amigo de Pocoyó; es asustadizo, tímido y cauteloso por naturaleza, con
unos enormes ojos que se dislocan dependiendo de la situación para transmitir
todo tipo de sensaciones. Siempre sopesa todas las situaciones, a diferencia de
Pocoyó. Elly es la elefanta rosa, siempre acompañada por una mochila
azul con objetos que les ayudan a salir de algunas situaciones. Se presenta
como la mayor del grupo de amigos, tanto en tamaño como en edad, es ágil y toma
las decisiones de importancia. Hace ballet y lleva, a veces, un patinete rosa. Este
personaje representa una figura maternal y femenina para Pocoyó, ya que con su
fuerza y gran tamaño lo ayuda a salir de situaciones complicadas.
Loula
es una cachorrita de perro de orejas moradas y, como tal, siempre quiere jugar
y saltar alrededor de todos. Es muy sensible y siempre trata de animar a Pocoyó
cuando se encuentra triste. Otros personajes son Pajaroto, que es un
dormilón y participa en algunos de los juegos gracias a que Pocoyó lo
despierta; Pajarito, que a diferencia del anterior es despierto e
inquieto; Pulpo, un pulpo rojo que suele salir del mar para jugar con
todos, impredecible y muy alocado, con un lenguaje que solo entiende Pocoyó.
Temática y valores:
La forma de
los dibujos animados es adecuada para los niños por la simplicidad, el colorido
y la música. Pero, el hecho de que los dibujos sean infantiles, o no, está
determinado por la temática. Los dibujos animados de Pocoyó empiezan siempre con el personaje
jugando, hasta que de repente ve un objeto y empieza a examinarlo. La
exploración y el juego con el nuevo objeto le llevarán a una situación “de
aprieto” que necesitará resolverse, a lo que le ayudarán sus amigos. Estos
dibujos hacen exactamente lo que deben hacer los géneros de animación
infantiles y educativos, reflejan a un niño que juega, tiene amigos, vive con
sus padres, pasea, va al colegio, etc., tal y como es el público objetivo al
que se dirige.
La sociabilidad
es un valor fundamental que pretende transmitir la importancia de compartir, de
respetar a los amigos, ayudarles, y temas más específicos como, por ejemplo, la
hora de irse a dormir, el lado negativo de las peleas, el hecho de no poder
hacer siempre lo que hacen otros, etc. Todo ello dentro de la dualidad y
simplicidad del bien y mal. A su vez, la
temática está considerada en relación a la edad, o grupos de edades aproximadas;
en función de los temas, un margen de tres años supone distintas formas de
recepción. En todo caso, deberá estar siempre dentro del cuadro de los
intereses de los niños/as.
La extensión
y la totalidad del film también influye en la comprensión y adecuación al
subgénero educativo, los episodios deben estar completos, deben estar presentes
los mismos personajes, para que se produzca la familiarización, y ser cortos,
para que nadie se pierda en la historia.
Pocoyó es un contenido educativo pero
incluye elementos de fantasía, puesto que no son incompatibles; al contrario,
la fantasía fomenta la imaginación y abre la mente. Por ejemplo, en uno de los
capítulos la elefanta Elly puede dar saltos hasta el espacio, y las puertas se
abren llevando a los personajes a toda clase de lugares, bajo el mar, a una
isla, a la copa de un árbol, etc.
Existen muchos
ejemplos negativos de dibujos animados mal considerados infantiles, por
ejemplo, las animaciones japonesas que siempre han destacado por contenidos
violentos, sexuales, etc., nada adecuado para niños, pero que al ser de
dibujos, se emite en horario de protección infantil. Uno de los ejemplos es ShinChan, un niño para adultos, que no
se comporta como debe hacerlo un niño.
El hecho de que la temática refleje más el mundo del adulto que el del
niño satura el film de defectos sociales, por ejemplo, la obsesión que tiene
este personaje con el sexo, las mujeres, los insultos y el trato hacia su
madre, o la manía de bajarse los pantalones en cualquier parte y no respetar a
nadie. La verdad, es que este niño ha hecho que el público infantil lo imite en
muchas ocasiones en conductas que no deberían fomentarse, ni presentarse como
una diversión.
Es necesario
que las animaciones infantiles se centren hacia lo que el niño encontrará en su
futuro pero, siempre y cuando, las situaciones estén adaptadas a él, sin impacto
negativo. Es decir, promover las virtudes sociales que por su edad le son
propias, incluso a través de las fantasías.
Colores, decorado y
música:
Las
características estéticas también son importantes para el público infantil. En Pocoyó
se presentan piezas cortas, en las que situaciones muy concretas se desarrollan
en un mundo de gestos, colores, formas y música, con lenguaje visual
impactante. La forma en la que el dibujo está desarrollado ayuda a
captar la atención del público y a cumplir con el objetivo final. El mundo de Pocoyó y sus amigos se presenta
con una textura y aspecto suave en tres dimensiones, que lo convierte en algo
cercano y alegre.
El color
tiene una gran influencia psicológica en los más pequeños en la determinación
de bueno o malo. Predominan los colores claros, sobre el fondo blanco que hace
que todo destaque y sea más fácil de apreciar, para evitar las distracciones. Si
Pocoyó necesita un juguete, éste aparecerá en “su mundo”, si mira al cielo
aparecerán las nubes, y si tiene una llave aparecerán las cerraduras en
cualquier parte de ese espacio creado. La música complementa y tiene también
gran fuerza psicológica para las emociones y la comprensión. Es pegadiza y alegre, hace que
uno se levante y baile, y se adecúa al uso estudiado de la narración para aclarar
y transmitir significados. En definitiva, contribuye a lo que los psicólogos
llaman ‘educación del sentimiento’.
El narrador:
El narrador
tiene el papel de padre o cuidador en la vida de Pocoyó y se convierte en un
amigo para la audiencia (Stephen Fry es el narrador en la versión inglesa,
mientras que José María del Río es el de la española). Su voz y “presencia”
funciona como figura mediadora y de autoridad, al mismo tiempo que puede
propiciar la identificación para los niños con sus propias figuras paternas o
maternas.
El narrador
hace las preguntas y espera que los niños desde sus casas delante de la
pantalla den la respuesta, animados por las voces que representan a otros niños
que responden, Así, se les anima a participan por el simple método de la
imitación. Este es uno de los atractivos más importantes de la serie, la
interactividad, el elemento que mayor importancia juega a la hora de transmitir
valores universales y educar. Con la interactividad se propicia una
retroalimentación. El tono interrogativo y el espacio que se deja para que los
niños den sus respuestas permiten, no solo que reflexionen acerca de cuál es la
solución a los problemas o de Pocoyó sino que, además, los niños interiorizan
esa información para poder aplicarla después a su propia vida.
La interactividad:
Solo
escuchamos las voces de Pocoyó, las del narrador y las voces de fuera de campo
de los niños al responder a las preguntas, simulando que son los propios
espectadores. Utiliza estas voces de “niños espectadores” para llamar la
atención de los personajes en el momento justo de una disputa, una
desobediencia o alguna otra lección que transmitir como, por ejemplo, para que
dejen de pelearse o para pedir a Pocoyó que se marche a dormir. Otro ejemplo de
animación similar es la latinoamericana Dora,
la exploradora, que presenta a una niña de unos 5 años de edad que vive
aventuras y se desenvuelve en el campo, gracias a su mochila y a la ayuda de
sus amigos y del público que responde a las preguntas del narrador.
La interactividad y las nuevas tecnologías han permitido la creación
de otros espacios para fans, y Zinkia utiliza todas las ventajas y la popularidad
de Pocoyó para crear el ‘universo Pocoyó’,
con juegos que mantienen y promueven los mismos valores. El éxito que alcanzan los
personajes animados entre los más pequeños viene de muy atrás. Con Disney los
dibujos animados saltaron a las páginas de prensa, como Mickey Mouse con su
propia revista, Dumbo, las princesas, etc. El merchandising de Pocoyó es
enorme, desde muñecos de peluche, hasta un mundo virtual en el que se pueden
crear avatares similares a Pocoyó y personalizarlos, juegos para videoconsolas,
incluso una aplicación llamada pocoyizate.
En un
seminario del Centro de Formación de Televisión Española, celebrado en
diciembre de 1964, ya se adelantaron los peligros que encerraba la televisión
(mal usada) para la infancia. Entonces, temían que se implantaran concepciones
y esquemas mentales norteamericanos y latinos a través de las animaciones, ya
que estos países eran los principales productores. Sin embargo, ello ya no
supone un problema ya que actualmente se ha logrado abrir el camino a las
producciones españolas y europeas. Aunque
aquí no se acaban los problemas.
La televisión,
esencialmente económica, presta poca atención al sentido formativo y educativo
que podría dársele al medio, pues para hacer un programa de calidad se necesita
más dinero y se obtienen menos beneficios. La 2 es una de las cadenas
que emiten la serie Pocoyó y otros contenidos
más especializados, pero ahora se encuentra en un momento de encrucijada y
redefinición; la titularidad pública y los recortes en los presupuestos
amenazan la existencia de muchos programas. Este hecho no supondría un problema
si hubiese más cadenas que emitieran este tipo de contenidos para la infancia.
Pocoyó está valorado por la mayoría de
padres y madres como el mejor contenido para los más pequeños, de ahí la
cantidad de premios que ha recibido a nivel internacional. Esto es así gracias
a que en su elaboración están presentes psicólogos de diferentes especialidades
relacionadas con el aprendizaje, que revisan cada mínimo detalle. El niño posee
una mentalidad “sui generis” que precisa de un lenguaje propio y no prestado
del mundo de estereotipos, prejuicios y sentido peyorativo de los adultos. Es
decir, los problemas no deben ser más intensos que la capacidad que tiene el
niño, en relación con su edad y ambiente, para resolverlos. Además, la
presentación de lo educativo como recreativo hace que el aprendizaje y la
interiorización del mensaje sean más efectivos.
Pocoyó anima a los niños a hacer lo
mismo en su propio mundo, de manera simple y visualmente moderna, con melodías
pegadizas, que llegan incluso a atraer y hacer reír a generaciones más adultas.
Un género que debería potenciarse, aunque lo fundamental sigue siendo que los
padres y madres sean conscientes de qué tipo de programas ven sus hijos en
televisión, para poder alejarlos de los que no son adecuados y, así, contribuir
a la redefinición positiva de la programación infantil.